Llegué a la posta ya avanzada la tarde. Me estaban esperando
allí, como relevo de mi escolta, un par de guías indios, vestidos con remiendos
de uniformes militares: un quepis uno, una chaqueta el otro. Ambos con
cartucheras vacías y, ambos también, descalzos. Me miraban entusiasmados y esa
buena voluntad se disipó en la tarde apenas les insistí en que continuásemos viaje,
ya que quedaban pocas leguas hasta el Campamento.
Tendían fácilmente a ignorarme y cuchichear en su lengua
bárbara, tuve que esforzarme y alzar mi voz varias veces para imponerles mi
autoridad. Yo no estaba dispuesto a pasar otra noche a la intemperie
arriesgándome a ser comido, no ya por pumas, sino por los brutales insectos del
monte. Era mi decisión que siguiésemos viaje caminando a lo largo del río hasta
el campamento. La Standard pagaría por el trabajo realizado y el tiempo y la
salud perdida resultaríansóloun estúpido saldo en rojo de mi parte.
Aunque la noche era clara y siguiendo el río uno podía ver por
dónde caminaba, adentrarse un par de metros en la selva hubiese significado
perderse sin remedio dentro de la cerrada vegetación. El estruendoso ruido de
los grillos nos forzaba —siempre cantaban— a guardar silencio. De pronto empezó
a escucharse en medio del monte a decenas —quizás más— de perros aullando
desesperadamente. El griterío de los perros, que al principio sólo era molesto,
se fue volviendo enervante por su irracional persistencia. Noté cómo mis guías
gesticulaban entre sí, quizás eran oraciones y conjuros infieles. No sé cómo
pero habían conseguido ponerse detrás de mí lo que me producía cierta
incertidumbre y temor. Me detuve para retarlos por su cobardía y obligarlos a
que se reubicaran frente a mí y al voltearme para hacerlo sólo tuve tiempo para
gritarles que regresaran, que no huyeran. Desaparecieron en un instante bajo el
techo de los árboles, yo intenté perseguirlos pero perderme allí dentro era
insoportable: ni siquiera se podía respirar en medio de la profunda y oscura
humedad.
Decidí seguir viaje y quejarme ante el Encargado apenas llegase
al campamento, pero a poco de caminar percibí, en medio de la ahora silenciosa
noche, que la jauría de perros me rodeaba rápidamente.
En minutos me hallé atrapado por los perros, la mayoría de
ellos flacos y sarnosos (podía ver los lamparones de cuero enfermo a la luz de
la luna). Pude intentar correrlos a cintarazos y patadas, pero debí reconocer
que eran muchos. Me preparé para el primer asalto tensando el cuerpo y la
mandíbula cuando sentí una vozidiota y chillona que me pidió calma:
“Hombre, no nos agredas gratuitamente, acompáñanos ahora, que
te hemos seguido y esperábamos este encuentro desde hace dos días…”
No tuve opción; superado por la noche demencial, los acompañé
hasta un claro arcilloso que ellos utilizaban para sus juegos. Serios me
llevaron con dentelladas suaves en mis pantorrillas hasta una roca en la que
debí sentarme. Desde lugares altos y estratégicos me vigilaban cuidadosamente
varios animales, y el flaco perro que se comportaba como jefe, me habló
largamente.
“Hombre, te esperábamos hace mucho. Hemos intentado hablar con
cada uno de los caminantes nocturnos que acompañaron el curso del río desde
hace mucho tiempo.
Hombre, sabemos que comprenderás nuestra causa así como
comprendes nuestras palabras (el poco inteligente animal parecía seguro del
efecto que produciría con su truco de perro parlante, en la ciudad se veían
perros así entrenados en cada bar). Deberás saber que somos perseguidos desde hace
años por predicar la verdad. Nosotros hemos decidido acabar con la gran mentira
de la noche y no nos detendrán en ese empeño.
Los perros hemos denostado a la luna cada noche desde hace
siglos. No debemos perdonar su vieja traición cuando al ocultar el sol bajo su
manto, nos entregó al hambre y al vasallaje de los hombres.
Ella es quien inventa la noche al final de cada día, dejándonos
enfermos de miedo e indefensión. Hubo, sin embargo, un hermoso pasado sin
noche, sin hambre, sin amos. ¡Ayúdanos, hombre libre, que osas caminar en la
noche! —el perro aulló hiriendo mis oídos con la última silaba pronunciada.
Sabemos que la luna, fría y calculadora como la misión que ha
elegido, no habla. No hablará a pesar de que le lloremos durante siglos. Se
equivocan los patriarcas de los diversos clanes, no tiene sentido humillarse.
Debemos entender cuál es el sentido de su rol carcelero para poder superarla.
La luna muda guarda un mensaje ofreciéndolo a la vista de todos los perros. Su
infinito manto de estrellas es su mensaje, es su lenguaje.
Eres un caminante nocturno y sabes como hombre culto el
lenguaje de la noche, pues en ella te mueves. ¡Te pedimos, te exigimos,
enséñanos a leer el alfabeto establecido en las estrellas! ¡Danos la llave de
nuestra libertad y te devolveremos la tuya!”
Los perros me rodeaban expectantes, inmóviles; al parecer
combatían con éxito sus pulgas gracias al suelo arcilloso del lugar. Yo
permanecí silencioso luego del largo discurso del miserable animal. Debía
fingir hacerles caso para buscar el momento propicio para huir, pero no estaba
seguro de poder mantenerme serio, sin soltar la carcajada. La situación era
absurda y esos animales resultaban grotescos más por su estúpida superstición
que por su miserable aspecto… En ese breve momento de incertidumbre estalló el
primer disparo de fusil y el perro jefe de la manada con su mancha en forma de
estrella en la chata frente saltó por los aires dando volteretas y aullando un
“¡Ay!” furioso y final. La manada se disolvió rápidamente, los más lentos quedaron
tendidos allí mismo.
Un grupo de soldados me saludó, anchos sus rostros sonrientes a
pesar de que intentaban sostener un trato solemne para conmigo. Entre ellos, un
poco ocultos en las sombras estaban mis guías fugitivos,sonrientes también
ellos, festejando la tarea cumplida y quizás el conchabo definitivo en la
tropa.
“Hace meses que perseguimos a esa jauría de perros cimarrones —me
dijo el Coronel horas más tarde en el Destacamento— y ahora sóloserá cuestión
de tiempo su completo exterminio.Ingeniero K, lamentamos profundamente su
desgraciada presencia en este enfrentamiento pero comprenda que ellos también
eran un riesgo para su persona y el resto del personal de la Empresa.”
El indio esquelético que me acompañó se persignaba
maniáticamente en cada recodo del pasillo que llevaba a mi dormitorio.
Posiblemente temor al cuartel en que trabajaba o quizás a mi persona por mi
accidental cercanía con la jauría. Traté de no pensar en eso, ¿para qué
arruinar una noche de sueño? No me quedaría mucho en la frontera. Pronto
dejaría atrás a esas criaturas enfermas y supersticiosas. Ya acostado en mi
camastro, bien protegido por un grueso mosquitero, saqué mi rosario y me preparé
para empezar a contar sus cuentas… Otra noche en que me costaría horas poder
conciliar el sueño.
Nuevamente volvemos a K en este cuento que diverge como afluente de “Coyotes y Egipcios”. Estos perros mesiánicos o quizás hasta sionistas pertenecen, sin embargo, al chaco y son testigos de la atroz lucha entre la luna y un perro que le marca la cara en venganza por su engaño.
magestuoso mi amigo. impresionante. felicitaciones ;)
ResponderBorrarJojojo!
ResponderBorrarCuanto tiempo!
Muchas gracias hugonote, me alegra que te guste.
Hay algunos cuentos que me satisfacen y este es uno asi que: Que bueno! Que bueno!
Y actualiza mas diligentemente el tuyo puejh! :-D
jjajajjaa...majestuoso con G !!!!!
ResponderBorrarque bolu...
si che gustavo. ya sé- hay que actualizar...vamos a ir viendo. con el tiempo algo va a salir,
Magestuoso con"g" es verdad... es verdad...
ResponderBorrar'ta todo bien...
Justo que querian leer las palabras de la noche los pichos...
Bueno Hugo... Recuerdo que algunas veces compartimos esas noches de zozobra y libertad nosotros....
Tuvimos la suerte de que las balas solo nos silvaron las cumbias del mañana...
Debia haber un mañana...
Hubo dias en que peleamos por ver nacer el dia.
Claro que hubo dias menos epicos....
Este cuento recuerda... espero que te traiga buenos recuerdos ;-)
Se vemos!
siempre estaran los recuerdos,je!
ResponderBorrary está claro que los dias siguieron pasando mi amigo- varias veces estuvimos espalda con espalda.garrote en mano, éste cuento recuerda...que bueno, y éste blog, que seguimos siendo hermanos.
seguimos en contacto:)
Bueno...
ResponderBorrarNo solo son recuerdos...
La gente la sigue peleando!
:-D
Y si! me acuerdo, a pesar del resto lo compartido pesa.
Hermano de tantas charlas y de luchas tambien, amigazo, mucha suerte y mucha fuerza!