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Imagénes de frontera y muerte en la literatura plebeya de Salta (Siglo XXI). Por Juan Pas

Texto de Juan Manuel Díaz Pas, escritor y poeta salteño, para el IV Congreso Internacional de Ciencias Sociales y Humanidades "Imágenes de la muerte" realizado el 13 de agosto de 2014 en Salta. La ponencia busca relaciones en libros de Fabio Martínez, David León y Gustavo Murillo.

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Prologo de Relatos en la Frontera, por Santos Vergara

T exto con que  Santos Vergara (San Ramón de la Nueva Orán, Salta. Argentina), artista, escritor, poeta y gestor cultural, miembro del Grupo LePeB, editor de la revista cultural " Cuadernos del Trópico " y Prof. de Letras, prologó mi libro "Relatos en la frontera, en el año 2011. Prólogo del libro "Relatos en la frontera" por Santos Vergara by Gustavo Andrés Murillo

Relato del Libro Infinito

De los inventos que se atribuyen a Tobar, sus Cartas (o Libro Infinito como él lo había bautizado) fueron, en principio las menos populares. Hoy, en cambio, las Cartas circulan en Bermejo con tanta facilidad como en otro tiempo cambiaba de manos el dinero. Claro que el dinero siempre tiende a concentrarse en los bolsillos del poseedor de manos especialmente afortunadas, en cambio estas son recibidas y leídas con una incómoda mezcla de curiosidad y rechazo. En el año mil novecientos cincuenta y cinco, cayó el gobierno peronista. La victoriosa dictadura, entre otras tantas medidas draconianas, decretó la prohibición de libros en todo el país. Podrá pensarse que esa medida era del todo ajena a Bermejo: Allí jamás había existido una librería. Se leía gracias al préstamo sistemático de los pocos libros que se conseguían en los viajes a las ciudades cercanas, también se atesoraban los libros que los chicos podían robar durante su paso por la escuela.

El Diario

El colectivo que me depositó en Bermejo estaba atestado de trabajadores que regresaban a sus pueblos de origen y rebosaba pestilente sudor. A pesar del “calor humano” en que viajábamos su interior estaba helado, por un mal funcionamiento de su refrigeración. Yo me repetía, para consolarme, que las incomodidades eran en realidad una aventura y que estaban largamente justificadas. Al descender de mi transporte los cuarenta grados centígrados del verano norteño me provocaron un pequeño mareo. Resignándome a una futura gripe, encendí un cigarrillo para distraerme y evitar maldecir a mis anfitriones y también a mí mismo por prestarme a un vía crucis de tormentos sin gloria final. Todo por vender mis libros. Cuando mi paquete de cigarrillos estaba menguando llegó un taxi que me condujo a la casa de la Presidenta de la Comisión de Damas. La mujer era una cincuentona que impresionaba por la colección de joyas que la adornaban. Ella era disciplinadam